Historias del DR.HC. Hugo Delgado Cepeda sobre el Guayaquil antiguo
Dr. HC. Hugo Delgado Cepeda (+)
LA HISTÓRICA AVENIDA ROCAFUERTE DESDE DONDE PARTIÓ GUAYAQUIL AL SUR CONVERTIDA EN ZONA DE DISTRACCIÓN
“Cómo no recordar esta tradicional zona de la ciudad de los portales, desde donde nació y creció la actual y moderna metrópoli que es admiración de propios y extraños, pues allí viví en los años 20 y 30”, contaba el Dr. H. C. Hugo Delgado Cepeda, tradicionista e investigador que falleció a los 98 años de edad, y siempre recordaba con mucha nostalgia la casa donde vivió con sus padres y hermanos.
La casa de los DelgadoLAS ESCUELAS DEL BARRIO
Expresaba que “las primeras letras y las tablas de aritmética las aprendió en una escuelita frente a su casa, que estaba situada en la avenida Rocafuerte y Juan Montalvo. Era de las “niñas García”, Josefina, Victoria y Mechita, unas ancianas solteronas que usaban unos vestidos muy largos hasta el tobillo para no mostrar las piernas que en esa época no era permitido, y lucían enormes horquillas y peinetas para sujetar sus “moños” del pelo.
Las madres del barrio mandaban a sus pequeños a los 4 o 5 años de edad a esta modesta escuelita, no había aún jardín de infantes, más que para que aprendieran, era para que no molestaran en sus hogares.
Los chicos veíamos a la subida de la escalera al primer piso, a una lora parlanchina que había aprendido de tanto escuchar el saludo ¡Buenos días niñas García! Y lo repetía. Igual cosa con la diaria cantaleta de la tabla de sumar “Uno más uno, dos”, Dos más dos, cuatro”, que la lora a media la sabía.
Nuestras viejas institutrices, “las niñas García”, muy lamentablemente murieron carbonizadas así como su animalito, en el tremendo incendio de los garajes o depósito de la Empresa de Carros Urbanos, en 1928”
“La primaria la estudié a pocas cuadras, en la escuela fiscal No. 4 Antonio José de Sucre, cuyo director fue el maestro Aurelio Navarro, aún cuando mi progenitor tenía situación económica holgada. Era la costumbre de la época”.
EL MÉDICO DEL SECTOR
Comentaba que “un médico de barrio, que venía a nuestra casa por la proximidad de su domicilio fue el Dr. Roberto Solís, a quien cuando los menores sabíamos que lo habían mandado a ver, nos escondíamos debajo de las camas porque temíamos que nos pusiera dolorosas inyecciones en la nalga, nos hiciera tomar purgantes del apestoso aceite de castor o del indeseable sulfato de sodio y ordenar que nuestra madre nos pusiera un lavado de un litro de agua jabonosa en el “irrigador”, con un largo y molestoso bitoque introducido con vaselina en el ano”. ¡Qué tiempos aquellos!
La calle Rocafuerte antes de convertirse en Zona RosaPARISINA AVENIDA
Delgado Cepeda continuaba y decía que le viene a su memoria “la añorada barriada de la avenida Rocafuerte o Pacán, las enormes y artísticas farolas de hierro de tres luces que alumbraban esta hermosa alameda, al estilo parisino, la cual tenía cómodas bancas para reposar y al igual que 3 estatuas: Benalcázar, a la altura de la calle Roca, diseñada, modelada, fundida y construida por el escultor quiteño Luis Mideros e inaugurada en 1922”.
“La otra era la de Orellana, ubicada en la intersección de la calle del mismo nombre, diseñada y construida por la escultora quiteña Rosario Villagómez e inaugurada en 1923; así como la de Guayas y Quil, mejor llamada “Los aborígenes del Guayas” por el escultor quiteño Carlos A. Mayer, situada en la calle Tomás Martínez, pero inaugurada en la avenida Rocafuerte en 1927”.
ACTOS RELIGIOSOS
De aquellos tiempos, explicaba el Doctor Honoris Causa Hugo Delgado Cepeda, “cuando sus progenitores le llevaban los domingos a la misa de las 7 de la mañana, a la iglesia de Santo Domingo, la primera desde la Colonia, próxima al Barrio Boca del Pozo, había un cura con una voz muy potente llamado Antonino Alarcón, que desde el púlpito, no había micrófonos en aquel entonces, predicaba y criticaba, y su tremenda oratoria se escuchaba hasta en la Plaza Colón”.
“Por las tardes, iba al catecismo a prepararse para la primera comunión y por su puntual asistencia las “beatas” le daban unos cupones para canjearlos con caramelos que tenían figuras de pescado, estampitas, rosarios, galletitas de letras y de más golosinas”.
Relata que, “cuando acompañaba a su abuela Josefina a la misa de la iglesia La Merced, ahora Basílica Menor, ella lucía sus elegantes velos y abanicos, y yo me chupaba todo el rosario, de rodillas, en un reclinatorio propio que tenían las señoras de esa época. Para mí era eterno pasar tantas pepas. Igual ocurría con nuestra madre, que todas las noches nos hacía rezar el rosario”, aclaraba.
LAS TRAVESURAS
Así mismo destacaba que, con sus hermanos mayores iba al otro lado del cerro Santa Ana, a la hacienda La Atarazana, que en un tiempo perteneció a la Junta de Beneficencia, a cuyo administrador, don Tiberio Salas, “un hombre de nariz muy prominente, le pedíamos permiso para treparnos a los árboles, a coger las pulposas ciruelas, las cuales según decían tenían, sabor a muerto, porque muy cerca se encontraba el cementerio de los pobres”.
Carros halados por mulas, era el transporte de los guayaquileñosTRANSPORTE URBANO
Mencionaba que a lo largo de la avenida Rocafuerte habían rieles para carros arrastrados por mulas, “luego vinieron los carros urbanos a tracción mecánica con gasolina y los tranvías eléctricos con su “trolley” , vocablo inglés que se castellanizó como “trole” y hasta llegó a ser mala palabra entre los muchachos de las barriadas de antaño, el mismo que conectaba en la parte posterior y superior del vehículo con el cable de la electricidad, que los chicos traviesos le desconectaban a los motoristas para hacerlos rabiar”.
“Cuando llegó el pavimento a algunas calles a fines de 1928 con la Cia. White, circularon los buses de los hermanos Arosemena Coronel, color gris, que llevaban los nombres de El Oso, El Toro, El Elefante, que era el más grande, etc. cuyo pasaje valía un real (0,10 ctvs). La línea No. 1 Camal-Las Peñas es la que más se usaba para pasear los domingos”, subrayaba.
“Mis hermanos mayores alcanzaron a ver por los años 10 y 20 el carruaje o berlina, arrastrado por fuertes caballos y manejado por hábiles cocheros del Dr. Juan Tanca Marengo, que era el médico de cabecera, como así se llamaba en ese entonces, de nuestra familia y de muchas otras”, acotaba.
LA ADUANA
El antiguo edificio de madera de la Aduana de Guayaquil estuvo en el malecón, la avenida Rocafuerte, Loja y Luis Vernaza y era un galpón enorme con techo de zinc y aquí se depositaba la mercadería importada que se desembarcaba de los buques de alto bordo anclados en el río Guayas y pasaba por los muelles cargada por los cuadrilleros de la orilla. Estos depósitos de la Aduana, ya construidos de cemento y con edificios del lado del Malecón, fueron después de la ESPOL.
La aduana de la ciudadINCENDIO DE LOS CARROS URBANOS
Afirmaba que “el depósito o garaje de los “carros urbanos” en la década de los años 20, cuando ya funcionaban a tracción mecánica con gasolina, estaba en la avenida Rocafuerte y Juan Montalvo, acera Este y nosotros vivíamos al frente. En 1928 se declaró un horroroso incendio en este local, murieron carbonizadas muchas personas y se quemaron varias casas en toda la manzana. La nuestra, al frente, se salvó por los altos y frondosos ficus de los parterres de esa hermosa alameda. Al otro día yo vi con los muchachos del barrio como estaban sobre planchas de zinc los cadáveres de los carbonizados. Los guayaquileños de antaño fueron por lo general bomberos voluntarios y formaron parte de esta heroica legión de honor mis hermanos mayores Manuel, Valentín, Jorge y muchos años después el menor, Luis Fernando”.
Los llamados incendios “declarados”, en un Guayaquil todavía pequeño en los años 20 y 30 eran anunciados con petardos lanzados al aire. Estos indicaban al mismo tiempo en qué cuartel era el flagelo, ya que la ciudad estaba dividida en tres. La Proveedora de Agua del Cuerpo de Bomberos tenía entonces que forzar sus máquinas y calderas atizándolas con más rajas de leña y posteriormente con hulla o carbón de piedra.
ROMERÍA A SAN VICENTE
Sostenía que a “la iglesia de santo Domingo, la más antigua de Guayaquil, cuyos cimientos de piedra son de la época de la Colonia, cerca de la tradicional Boca del Pozo, donde comienza la histórica avenida Rocafuerte, concurrían todos los lunes de tarde los devotos de San Vicente Ferrer. Era una romería de personas de diferentes sectores de la ciudad que iban a poner “mandas” de plata que representaban piernas, brazos, orejas y otras partes afectadas de su cuerpo al gran taumaturgo y a rezar con mucha devoción. Si el famoso médico clínico Dr. Alfredo Valenzuela Valverde, el Dr. Juan Tanca Marengo o el Dr. Ala Vedra y Tama no curaban a alguien de su dolencia, algo raro por su prestigio, pues allí estaba en el altar de ese templo la imagen de san Vicente. Agua bendita en botellas era recogida de una pileta próxima al mismo, por los enfermitos”.
Una ocasión, manifestaba el historiador Hugo Delgado Cepeda, “en 1932, el padre Antonino Alarcón, de la iglesia de Santo Domingo, exhibió en una procesión fuera del templo hasta la Plaza Colón, la imagen de san Vicente Ferrer y fue multado por el Intendente de Policía de la época, porque era prohibida la exteriorización de cultos por el Código respectivo.
También estaba de moda en esos días la devoción por san Pancracio que habían lanzado los sacerdotes de La Merced y estos reclamaron por la competencia que les hacía el más popular Santo de la Boca del Pozo. De igual manera ocurrió después con los curas de la iglesia de La Victoria, que promovían a “su propio San Vicente” y decían que era el verdadero, para así atraerse a los devotos”.
La tercera del gordo MagallanesEL CALLEJÓN MAGALLANES
En la avenida Rocafuerte entre Tomás Martínez e Imbabura existió y existe aún el tradicional callejón Magallanes, el que nunca lo pudo cerrar la Municipalidad por sus ya construidos chalets y otras edificaciones. Habían también los extinguidos callejones Banife, Cangrejito, Pacheco, el de la Señora Sebastiana y otros, según le contó al maestro de maestros Don Pedro Ugarte Rocío, de 80 años, ya fallecido, que tenía su peluquería frente al callejón Magallanes, antiguo vecino de la famosa Quinta Pareja.
El origen del nombre del callejón primeramente citado no lo conocen la mayoría de los guayaquileños, peormente los provincianos, y es el siguiente contaba el periodista jubilado Don Hugo Delgado Cepeda: “Había una tercena o carnicería de un ciudadanos apellido Magallanes, que pesaba aproximadamente 300 libras y la mujer otro tanto. Su vivienda estaba en el mencionado callejón. El “pipón” Magallanes, que era como más se lo identificaba, dicen que se llamaba Julio Ulpiano o Julio Mauro, el asunto es que no tenía expendedores competidores en el barrio y es por eso que los vecinos iban a su local a comprar la carne que entonces se vendía a 40 centavos la libra de pulpa prieta con hueso blanco y la “yapa” de un pedacito para el gato de la casa. Los hijos del viejo Magallanes también eran pipones y lo ayudaban en la tercena. Las amas de casa decían a sus sirvientes “Anda a donde Magallanes y que te despachen bien” y así el tradicional callejón se quedó hasta nuestros días con ese nombre”.
LAS QUINTAS DE LA ZONA
Aseguraba que “en los alrededores de la avenida Rocafuerte, a fines del siglo XIX y comienzos del XX habían las llamadas “Quintas” entre ellas: la Quinta Josefa de don Alejo Madinyá y la Quinta Pareja, con el Potrero, donde se jugaba fútbol; la Medina, la Rosales, y en la década de los 30, la Quinta Piedad, del doctor Roberto Leví Hoffman, químico alemán que vino contratado por nuestra Municipalidad y en 1933 instaló su radio cultural HC2RL, Quinta Piedad, en homenaje a su esposa de ese nombre. En la famosa y tradicional Quinta Pareja y sus callejuelas con sus salones de comidas y bebidas muy cerca del actual hospital Luis Vernaza, se encontraba la taberna “Pampa de los conejos” , en Tomás Martínez y Chimborazo, hoy Baquerizo Moreno, donde está el colegio San José, que era refugio de bohemios, próximo a la llamada “Puerta de zinc” cuyo dueño fue Javier Vaca, en la casa de Modesto Moncayo, conocido en esta zona roja como “El lechero”, y es porque en algunas de estas quintas existieron corrales con ganado vacuno y lecherías”.
LAS RETRETAS
“En la plaza Colón, donde funcionó la Planta Proveedora de Agua contraincendios del Cuerpo de Bomberos, daban unas retretas las bandas de música de los batallones acuartelados en esta ciudad, con piezas escogidas del repertorio semiclásico y de nuestro cancionero popular, aires de la Sierra y pasillos costeños. Lo hacían los jueves y domingos con la concurrencia de los vecinos del barrio de Las Peñas, del Cerro santa Ana y de la avenida Rocafuerte. Las domésticas que nos llevaban a pasear allá se encargaban de coquetear con los milicos mientras nosotros los muchachos jugábamos inocentemente” sostenía.
LA KOLA DE LOS HERMANOS CÁCERES
“Cómo no he de recordar la famosa kola “Yes Yes”, “tipo Inglés”, su lema comercial que en la década de los años 20 y 30, etc. fabricaban los hermanos Cáceres, ambos muy voluminosos y parecidos, en su local de las calles Juan Montalvo y General Códova, al norte de la ciudad. Esta kola, todavía se escribía con “K” y no con “C” tenía una tapa especial blanca de porcelana con un cauchito a manera de válvula que no era como los platillos de hojalata de ahora y costaba real y medio, 0,15 centavos. El aseo de las botellas no era muy bueno que digamos y las obreras lo hacían hurgándolas manualmente con una escobilla de cerdas dentro de una pileta de cemento con agua, que de potable no tenía nada”, afirmaba.
LOS POLICÍAS DEL BARRIO
Decía que “había un “Paco” al que los muchachos le llamábamos “media cola”, porque era de baja estatura. Era un patucho que el sable que llevaba al cinto le arrastraba en el piso. Siempre nos perseguía cuando le gritábamos “paco media cola”, pero jamás pudo alcanzarnos. Con relación a los “pacos”, recuerdo que los muchachos teníamos un dicho que decía: “Orden y disciplina que el paco está en la esquina”, eso quería decir que teníamos que portarnos bien porque estábamos siendo observados”.
“El capitán de caballería Castillo era otro policía, un manabita muy bien plantado, de recordación para los jóvenes y manifestantes de aquellos tiempos, siempre repartía sablazos a diestro y siniestro a los tirapiedras y revoltosos”.
LAS COCHERAS
La cochera de Zavallos estuvo en las calles Rocafuerte y Loja “y era un depósito de coches halados por mulas para transporte urbano y para entierros de primera y segunda clase con caballos”.
“Los garajes central de don Lorenzo Tous estaban por Códova y Loja, allí de sus árboles cogíamos grosellas las que comíamos con sal y algunas veces tenían gusanos”.
Continuaba con el relato nuestro amigo de siempre y colega, “que por la actual clínica Guayaquil, en la calle Padre Aguirre, existía un esterito de poca profundidad y los chicos de entonces para evitar pisar sobre el lodo andábamos en rústicas balsitas y cogíamos en frascos unos pecesitos que les llamábamos “millonarios”, por su gran cantidad, y los llevábamos a nuestras casas para tenerlos allí y alimentarlos”.
EL CINE ECUADOR
El cine Ecuador, de don Godofredo Luque, era una carpa de lona, al lado de nuestra casa, sobre un solar sin construir y allí pasaban películas mudas de “cowboys”, vaqueros, de Chaplin, etc. “que nosotros los Delgado veíamos gratis desde una ventana de la buhardilla cuando el viento soplaba fuerte y dejaba levantada la lona por mucho tiempo”.
EL CAFÉ DE BARCOS
En Juan Montalvo y General Córdova, había una casa bajita, de madera, de dos pisos, de los Torres León, cuya parte alta era rincón espiritual de intelectuales de los años 30 en adelante, se lo llamaba “El Café de Barcos”, porque su dueño era Celso Barcos Muñoz, “aquí paraban al anochecer clientes de mucha cultura: abogados, banqueros, políticos, escritores, médicos, etc. quienes durante su amena conversación disfrutaban del fino cogñac y vinos franceses”, cuenta. ¡Es que era otra época apreciados lectores!
ACADEMIA DE CINE MUDO
El llamado “Frontón Becti Jai”, de un señor español de apellido Solá, donde en una cancha de cemento se jugaba la pelota vasca o jai alai, fue un local en la avenida Rocafuerte y Tomás Martínez, “donde ahora está el edificio de la Fundación Leonidas Ortega, en el que funcionó una academia de arte fílmico que dirigía el cineasta italiano Carlos Bocaccio, en los años 20 y allí aprendió mímica y simulación durante cuatro meses la pionera de nuestro cine silente Evelina Orellana Lopera, para luego actuar en la primera película nacional “El Tesoro de Atahualpa”, con guión del dramaturgo guayaquileño Augusto San Miguel, que se estrenó en 1924. De niño yo pasaba por el portal de este local para ir al centro de la ciudad con mis hermanos mayores, ya que vivíamos a unas cuadras de distancia”.
FAMILIAS TRADICIONALES DEL BARRIO
“Desde la Boca del Pozo, o sea Rocafuerte y Julián Coronel, hacia el sur, vivieron los Antepara-Erazo, los Guzmán y quien fuera después el popular jugador de fútbol de este apellido “bomba atómica”; don Luis María Rendón, quien reunía en su casa a los jóvenes de ambos sexos para que practicaran los bailes de moda de los años 20, el fox-trot, one-step, charleston, cuadrilla francesa y española, etc.; el Dr. Plascencio Trujillo, los Rocha con Néstor el pianista; los Dañin, Erazo, Álvarez, cerca de la calle Panamá las familias Sotomayor y Muñoz Elinán; en Rocafuerte entre Juan Montalvo y Padre Aguirre la familia Delgado-Cepeda y más tarde habitaron en esta misma casa los progenitores del Ingeniero León Febres Cordero, ex Primer mandatario de la Nación y ex Alcalde de Guayaquil por dos ocasiones; los Tola, los doctores Armando Pareja Coronel e Isaías Medina; más al sur la Familia de quien fuera Presidente del Ecuador Juan de Dios Martínez Mera y a una cuadra, en la calle Panamá el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río, también ex Presidente de la República, en una elegante mansión. Además en este barrio vivieron: los Córdova, los Vivar Zuloaga, las familias extranjeras de Mr. Harry Shepard, gerente general de Anglo Ecuatoriana y la de Mr. John Cartwright, Cónsul de Inglaterra, quien fuera mi padrino de bautizo. En la calle Mendiburu, antes Cangrejito, vivió el cantante Alcibíades Elizalde Morlás, que formó dúo con Safadi en pasillos y música popular, pero como tenía voz de tenor, alternaba también con música religiosa en las misas de réquiem y en los matrimonios en la iglesia de La Merced”, finalizaba la narración del Guayaquil del ayer, el Dr. H.C. Hugo Delgado Cepeda, quien hasta poco antes de su muerte añoraba su antiguo barrio.
Hoy la calle Rocafuerte, catalogado por ser la primera avenida donde se inició la ciudad de Guayaquil, hacia el sur, es conocida como la gran ZONA ROSA, llena de bares, cantinas y discotecas, donde ya ha habido espectáculos bochornosos y crímenes cometidos al calor de los tragos, dejando atrás lo hermoso que fue esta avenida parisina como nos lo contó el Dr. H.C. Hugo Delgado Cepeda (+), un guayaquileño madera de guayacán.
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