LA VERDAD DE CAÍN LASSO Y SU NUEVA LEY MORDAZA / EDITORIAL DE ANTONIO MOLINA CASTRO
Por ANTONIO MOLINA
Uno de los intangibles que la Humanidad debate desde sus orígenes es la verdad/realidad para explicarse el bien común, la paz social de las comunidades, su libre albedrío para expresar lo que piensa, para aportar en libertad sus mejores ideas y acciones en pro del progreso y bienestar de su barrio, ciudad o nación. Es el hombre puro, con la capacidad de razonar que, en definitiva, es lo único que lo diferencia de las bestias con las que puebla el mundo, aún de su propia especie cuando obnubilados empiezan a jugar a ser Dios.
Personalmente, obligado por el ejercicio de esta profesión que amo más que a mi vida misma, permanentemente y a diario la busco con una pasión superlativa y por eso me preocupo que - aún sin entrar en funciones – uno de los legisladores electos haya anunciado, como su prioridad legislativa, echar abajo la Ley de Comunicación para restablecer la anterior ley, la que rige las actividades de los periodistas y del periodismo, que en su vigencia fue denunciada como Ley Mordaza. Mi sacrosanta abuela Micaela decía que eso era como “limpiarse antes de cagar” (término muy castizo, nada ofensivo, de la acción de defecar).
Ese legislador se llama Xavier Lasso, hermano del expresidente Guillermo Lasso Mendoza, quien tuvo que echar mano a la muerte cruzada que alteró la secuencia democrática nacional para salvar su pellejo político, quien llevado por algún “resentimiento incomprensible” es enemigo político de su hermano, y que para hacerlo más patético es militante NO registrado de la Revolución Ciudadana y responde directamente a los dictados del perseguido Rafael Correa, quien en el 2013 le impuso al país una ley de comunicación que concebía que la comunicación de los medios y de los periodistas profesionales era “un servicio público” y no un derecho de los hombres y las sociedades, que durante los diez años de vigencia mantuvo enfrentado al periodismo profesional con el Estado, porque Correa quería para su gobierno un periodismo genuflexo, que NO lo tuvo ni lo tendrá.
Al entenderse la comunicación como servicio, el Gobierno de Correa asumió en el 2013, facultades exorbitantes de regulaciones del ejercicio profesional del derecho de las personas a expresarse en libertad. La relatoría de la CDH aseguró, entonces, que “La ley —que Guillermo Lasso derogó— establece un riguroso marco regulatorio que impone decenas de obligaciones aplicables a todos los medios y periodistas, autoriza a los órganos administrativos para controlar e intervenir en los contenidos de dichos medios, consagra responsabilidades y causales de falta administrativa de notable vaguedad y otorga a un funcionario, elegido por un órgano administrativo de una terna enviada por el presidente de la República, la facultad de vigilar el cumplimiento de dicha ley, aplicarla e imponer las correspondientes sanciones”.
Ahora, Xavier Lasso, hermano de Guillermo, como un nuevo Dios en el Olimpo retumba y asegura en su condición de legislador electo que “los medios de comunicación hacen lo que les da la gana”, prometiendo que él impulsará la derogatoria de la ley que nos dejó su hermano en el 2023 y fue más allá al acusarlo de que «gracias a él, los medios de comunicación no están con la democracia sino con el poder de turno y son los culpables de la situación que hoy vive el país», expresó Lasso y añadió que «debe hacerse una ley más rigurosa que la anterior». El expresidente, con pasta de demócrata frustrado, simplemente colocó un comunicado diciendo que los ecuatorianos deben rechazar «cualquier intento de reinstaurar una normativa similar a la Ley de Comunicación aprobada en 2013, durante el gobierno de Rafael Correa»
¿Qué hace que los hermanos Lasso tengan posturas diametralmente opuestas? No lo sé ni me interesa.
Conozco que Xavier mantenía un espacio de opinión en la televisión informal, que es un amigo personal de Correa, que lo llevó al mundo diplomático y le dio un alto cargo en la Cancillería y que a Guillermo lo criticamos aquí por su indefinición y pusilanimidad, que lo aplaudimos al asumir el artificio constitucional de la “muerte cruzada” y por lo que acaba de decirle a Xavier que «La libertad de expresión es un derecho humano, no un privilegio concedido por los gobiernos ni un espacio que los políticos puedan regular a su conveniencia», como lo garantizaba la “Ley Mordaza”.
Los inmorales, los tiranos, los regímenes de fuerza necesariamente no pueden aceptar ni convivir con regulaciones que les impida manipular “su” verdad y no por ser inmorales o tiranuelos, sino por su propia naturaleza, como lo hemos confirmado con los hermanos Lasso, porque en este valle de lágrimas sólo existen la verdad y la Contraverdad y así ha sido siempre, desde la antigua Grecia hasta nuestros días: Sócrates creía que la verdad reside en el pensamiento humano, mientras que Platón pensaba que el pensamiento humano genera ideas eternas que sustentan la realidad.
Ahora bien, si para Sócrates la verdad se identifica con el bien moral, esto significa que quien conozca la verdad no podrá menos que practicar el bien.
Pero, más simple aún, la verdad implica la coincidencia entre una afirmación y los hechos, la afirmación está en el pensamiento de una persona y los hechos, en la realidad material, que ella observa. No hay dónde perderse, el resto es la valoración social que le den los grupos sociales a los acontecimientos.
Personalmente me quedo con la búsqueda apasionada de la verdad, con lo que creo es suficiente. No tengo necesidad de buscar la osamenta de una quijada para asesinar a mi hermano, como lo recuerda el génesis al hablar de Caín.
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