SOLIDARIDAD CON PABLO Y MARÍA/EDITORIAL DEL LCDO. FRANCISCO MEDINA MANRIQUE
Nos acercamos a recordar y a festejar el advenimiento del Niño Jesús, redentor de la humanidad, el próximo 25 de diciembre, como una tradición universal en los hogares pobres y ricos. Y ello debe darse en el marco de la solidaridad humana y no actuando con discriminación. Por muy repetidas veces, nos toca compartir el viaje en transporte público, con seres como Pablo, un joven de unos 16 años, y María, de 7 u 8 años, quien se encuentra con su madre, en la búsqueda desesperada de recursos para tratar la enfermedad de la pequeña a su corta edad.
Pablo es tartamudo, de piel blanca, camina con dificultad, al contemplarlo como se desespera abriendo su boca y alzando la voz, para seguir las canciones cristianas grabadas en su mini aparato reproductor atado al cuello, con el fin de que los pasajeros lo apoyen con una moneda, y él sonríe agradecido. Se baja del bus con cuidado para no caerse, y a lo lejos lo miro, cuando desea repetir la esforzada rutina en otro transporte.
Más adelante, una señora de mediana edad se sube en otra parada, con María, una agraciada niña de tez morena, ojos vivaces, y de alegre sonrisa también, quien acompaña a su madre para conseguir apoyo, a su corta edad, para atender su diabetes.
Su madre le antecede en la explicación, ella es venezolana como su hija, y dice que el tratamiento es costoso para adquirir las dosis de insulina que controla la glucosa de su niña. Ella entrega a cambio de la contribución de los pasajeros, galletas de chocolate, no le importa el valor de las monedas. Asimismo, se bajan en la otra parada y retoman otro transporte.
He allí, dos casos, pareciera que la felicidad les esquiva a su corta y mediana juventud, pero lo importante es que ellos luchan, no se dejan vencer por la adversidad, no incursionan en las drogas ni en la delincuencia.
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