LOS ALACRANES Y LAS LECCIONES DE VIDA.
La Patria boba
LOS ALACRANES Y LAS LECCIONES DE VIDA...
Por ANTONIO MOLINA
Mi querido Walter, retomo la defensa de quienes son atacados con una fobia propia de mediocres, disfrazando la honestidad, disimulando bajos instintos y respondiendo –vaya uno a saber– a qué oscuros intereses de generosos auspiciadores que, para tu caso personal, ya raya en la perversión de lastimarte por demostrarles a ellos, y a la sociedad pacata que los rodea, que la humildad sí crece en el día a día y sí se convierte en una orgullosa lección de vida.
Conozco de tu actividad desde los años 80 del siglo pasado cuando alimentabas con tus noticias universitarias al GEM (Grupo Editorial Meridiano) que por entonces dirigía como editor. Muchas veces tus datos se convirtieron en noticias porque falló nuestro reportero de Educación. Eras licenciado en Comunicación Social en bruto (no de ignorante, sino de alguien sin pulir), graduado en “la FACSO de Coquín Alvarado”, el que regalaba títulos académicos a verdaderos zafios. Respeté tus orígenes, a mí más me importaba, entonces, qué debía ofrecerles a los lectores de Meridiano, La Segunda de Meridiano, La Tercera y demás medios comunitarios que editaba ese grupo editorial.
Sí te has dado cuenta, por qué le dicen al desaparecido Meridiano la “escuelita”; porque allí los bisoños y novatos periodistas que recalaban aprendían reporterismo, porque un periodista que no haya sido reportero ni pisado una Redacción, no puede llamarse periodista, por más cartones que exhiba. ¿Será por eso que los alacranes se destrozan tumultuariamente por tener un cartoncito más en sus manos?
Con nosotros en Meridiano descubriste algunos secretos para escribir las noticias, sin adornos ni ditirambos. Algún día te expliqué, las noticias se escriben tal como las cuentas. Eso lo aprendí de Juan Emilio Murillo Landín y de don Adolfo H (así simplemente con H, sin su apellido Simmonds), quienes me decían, “no lo cuentes, escríbelo”, que para muchos de nuestros tiempos eran normas que no enseñaba la academia.
En las tardes, cuando pasabas por el diario de retorno a tu domicilio en el barrio del Astillero, empezaste a distinguir la noticia, de un suelto informativo o de un reportaje y sin medir extensiones o cuadricular páginas, entendiste que NO existen noticias de 5, 10 o 20 centímetros de extensión, que son tan largas o tan cortas cuando contengan todos los elementos que despierten la avidez del lector.
También te hablé de los gazapos y siempre recomendé que leyeras, porque sólo leyendo se aprende a escribir. ¿Recuerdas la amplia explicación sobre los “camarones” y te di ejemplos de cómo algunas redacciones se habían convertido en extensas piscinas de estos crustáceos?... Finalmente, por mi cuenta y riesgos le encargué preparar una página, cada viernes, para tratar temas universitarios, dirigidos y orientados desde la Redacción y terminó haciéndolo bien.
Por eso es que me hierven las chilingas cuando oigo decir a los licenciados y masters PhD y más rimbombancias que “…ese tal Walteriñho, que no es otro que Walter González Álvarez, es un barrendero de aulas, ahora echado a periodista”. Ni él ni nadie lo niega: Fue conserje, mensajero, guardián de la antigua Escuela de Ciencias de la Información y luego en la Escuela de Comunicación, adscrita a la Facultad de Filosofía y Letras y en la propia FACSO ya creada por Coquín Alvarado, a quien conoció cuando políticamente estuvo vinculado desde los tiempos de URJE (Unión Revolucionaria de Juventudes Ecuatorianas) que practicaba un marxismo muy especial y distinto al que ejercían el Partido Comunista ortodoxo (línea pro Moscú) y el Partido Comunista Leninista (línea china pro Mao Tse Tung), comúnmente conocidos entre los jóvenes de entonces, como “cabezones” y “chinos”. Ellos no te critican, te denigran y están conscientes porque no pueden articular un pensamiento crítico (esencia del periodismo social y político), porque jamás pudieron escribirle una carta a Papá Noel y eso lo sé yo y puedo enumerarlo, pero a mí me causaría más vergüenza que a ellos.
Hacer funcionar un mimeógrafo para editar textos de asignaturas o cuestionarios de exámenes, iniciarse en el manejo de un mini offset con fines didácticos, son iniciativas que despiertan al hombre productivo y satisfacen al estudiante cómodo. Ellos no lo saben porque la aversión los cegó al subvalorar el trabajo de WALTERIÑHO que vendía los poligrafiados, como medio de subsistencia, donde Coquín vio usufructo político: Le compraba toda la producción mimeografiaba y la regalaba a los alumnos de periodismo. I siguió avanzando… avanzando más, como estudiante y como empleado administrativo de la Universidad de Guayaquil, posición revalorizada cuando se incorporó profesionalmente como licenciado en Comunicación en la FACSO, cuya historia conoce de memoria…y conoce bien a quienes fueron buenos y malos estudiantes.
Pero un buen día fue más allá, publicó EL CRONISTA, un periódico suyo, pagado de sus bolsillos, sólo para ventilar asuntos de profesores y estudiantes de la FACSO, ¿entonces qué significa eso?: ¡es más periodista que barrendero! …Y si no lo quieren así: es un buen barrendero y un buen periodista.
Fue a parar como Administrador del área de Postgrado de la Universidad de Guayaquil, en el edificio contiguo a la Casona de la calle Chile, otorgando asistencia administrativa a quienes dictaban los cursos de cuarto nivel, donde finalmente se jubiló, sin jamás haber olvidado que trapeó pisos, compró y guardó insumos académicos de la Universidad, que hizo de guardián, bodeguero o conserje en la academia local… I allí está, sigue con su ejemplo dando lecciones de vida, de superación sin olvidar que un día tramitaba pasaportes y gestionaba cupos en los vuelos doméstico y al exterior de las principales líneas aéreas, para que algún niño enfermo viaje al exterior a curar sus dolencias, en sus grandes cruzadas de solidaridad.
Ahora escribe y sigue aprendiendo cada día más. Los defectos que debe tener no desmerecen su vehemencia por encontrar la verdad, porque sabe muy bien que la Biblia señala “…LA VERDAD OS HARÁ LIBRES”.
Walter, sé que es duro enfrentar a los alacranes y por eso remato esta nota con algo que escribí para ellos (5 de mayo del 2024) cuando me atacaban por censurar la feria de halagos que montaban para saciar a los aduladores contumaces. Escribí entonces… “Si el coronel del colombiano García Márquez no tiene quien le escriba, los alacranes de aquí ya encontraron a uno, quien -sin disimular siquiera- tuvo el empacho de mostrarse junto a sus prebendarios auspiciantes… El coronel de Aureliano Buendía cada semana tenía la esperanza de recibir su pensión, pero acá el escribidor de los alacranes cobró su paga de inmediato, para pretender decirnos que en Ecuador no hay figurones, que la mediocridad no es real, que los falsos valores no existen, que son inventos ególatras de seniles berrincheros. Si don Gabriel García Márquez existiera habría dicho por ese desafortunado comentario de jóvenes eternos: “Qué berraquera, me están mamando gallo”.
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