HOMENAJE A CARLOS JULIO ARMANZA OCHOA EN EL DÍA DEL PERIODISTA DEL LITORAL
La Patria boba
DEUDA DE REPORTERO…
Por ANTONIO MOLINA
• Este es mi modesto homenaje – en el Día del Periodista del Litoral – a un hombre que entregó todo al periodismo y es el tronco de una dinastía de comunicadores de Guayaquil
Vivo la dinámica del presente, pero reconozco que soy un tanto chapado a lo antiguo, porque generalmente toda circunstancia me la explico mejor con las expresiones coloquiales que aprendí directamente, en el día a día compartido, de mi abuela Micaela, una chola embejucada de Puerto del Morro, soplada por la brisa del mar y curtida por el sol. Conmigo vivió muchos años, deshilachando su existencia mientras la mía se extendía. Su nombre, Micaela, es real (no es una ficción literaria, como creen muchos) y sus enseñanzas han quedado para siempre en mí. Hoy digo que no hay DEUDA QUE NO SE PAGUE, ni plazo que no se cumpla porque tengo una deuda periodística contraída con un gran amigo, a quien le pagaré de inmediato, aunque sé que es una deuda impagable...pero tengo que hacerlo, ahora, antes que nos caiga la noche.
Ejercer el periodismo profesionalmente, no es fácil; como creen algunos que pretendieron estudiar Medicina, y después de reprobar fueron a parar a la FACSO, donde también fracasaron. Esos son los que no saben escribir una carta a Papá Noel y ni una patita para la foto... el honesto se nutre de las experiencias de quienes llegaron primero a borronear cuartillas.
La academia me otorgó conocimientos, pero para recabar información, investigar, entrevistar, dominar las fuentes oficiales y privadas, analizar documentación, calcular el desenlace, o presagiar qué pasará mañana con “tu noticia” tienes que ir a la calle, donde todo reportero encuentra lo que busca. Porque, a más de tus conocimientos académicos, necesariamente tienes que penetrar los vericuetos de esa jungla comunicacional, donde los reporteros nadan como los peces en el agua y aprenden los “secretos” de la noticia. Es en la calle donde se forja el periodista y no en las oficinas administrativas ni las aulas de la academia. Los reporteros, nacen, crecen, se forman y transforman en la calle y por eso son el alma de los medios de comunicación y la esencia fundamental del Periodismo.
Aquí ubico e identifico a mi acreedor: CARLOS JULIO ARMANZA OCHA, con sus nombres y apellidos completos, porque los Armanza son ya una dinastía en el periodismo porteño. A él recurrí el día que EL TELÉGRAFO me dijo: “Bueno, señor… dejará de ser Redactor y desde mañana será reportero (¿?), porque lo hemos designado JEFE DE INFORMACIÓN… Esa tarea se la cumple en la calle, a la Redacción solo se viene a recibir instrucciones del Director y a escribir las noticias”… De reportero apenas sabía lo que dicen los textos formativos y una corta experiencia como corresponsal en Guayaquil de diario EL TIEMPO de Quito, tarea que la cumplía durante el día porque por las noches era Redactor de planta.
Carlos Julio era reportero de EL COMERCIO en Guayaquil, más tarde fue director de la oficina, hasta su jubilación. Eran los tiempos que pagaban salarios justo y al día, en la administración de los Mantilla.
Marlene Astudillo Parker de Armanza, con su hijo Julio César y Walter González compañero de la esposa de Carlos Julio, en FACSO
Hoy en la administración del FANTASMA adeudan sueldos por años, los despiden y ni siquiera se les cancela el seguro al IESS.
Él me integró al impenetrable grupo de “reporteros de la Gobernación”, que celosamente cotejaban detalles de las noticias, daban detalles genuinos, falsos, desconocidos o abultados. Había celo y perversidad, te ponían trampas, cambiaban fechas, direcciones y otros elementos constitutivos de las noticias. Una verdadera jungla comunicacional y entre esos trogloditas tenías que sobrevivir diariamente. Por eso le llamaban al sitio “el mentidero de los periodistas”, que hoy es espacio de la Universidad de las Artes y antes concentraba las dependencias del Ministerio de Gobierno, de la Corte de Justicia y del Consejo Provincial.
El Lobo Arauz me dijo un día, cuando trataba de leerle sus noticias en modo “garabatos” mientras él las guardaba en los bolsillos de su “guayabera”, nunca le tema a los lobos, huye de las víboras, señalando con su cabeza a los otros reporteros, porque en verdad algunos de ellos eran más que ofidios. Carlos Julio sabía cuándo me habían proporcionado los datos falsos, porque desde El Comercio me llamaba para alertarme de la falsedad, hasta que aprendí la lección y me vi obligado a responderles jugando sucio, también, con temas socio políticos que conocía mejor que ellos.
Nació una amistad única que terminó en hermandad hasta que dejé de verlo por su jubilación. La deuda de gratitud la estoy pagando hoy, porque Carlos Julio Armanza Ochoa, me enseñó los secretos del reporterismo que no aparece en ningún texto académico y lo aprendí tan bien como sus hijos Carlos Julio y Julio César dos reporteros buenos de la televisión nacional.
Cierro esta nota de gratitud a tan grande periodista de mi época viva, recordando a otro de los grandes reporteros de Guayaquil, don JOSE GABRIEL CAPOBIANCO BONIFAZ, de EL TELÉGRAFO y fundador de EXPRESO, quien nos sorprendió – hasta ahora – una mañana cuando entraba a la ciudad un enorme barco atestado de un fabuloso contrabando capturado a la entrada del Golfo de Guayaquil, a la altura de la isla Puná. La embarcación no acoderó en Puerto Marítimo (al sur) sino en el Batín (hoy la ESPOL, al norte) por la antigua Planchada, donde nace el Malecón 2000, lo que obligó a todos los periodistas a desplazarse hacia allá… Sobre los enormes fardos del contrabando venía sentado sobre un solo hombre, no identificable a lo lejos, que resultó ser “Gabucho” Capobianco, integrante del primer directorio del Colegio de Periodistas del Guayas 50 años atrás…
Armanza ni yo nunca supimos cómo ni dónde este reportero subió al barco para cruzar el río Guayas, sentado sobre el contrabando, como que estuviera custodiando la noticia del día…
PIE DE FOTOS:
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*Marlene Astudillo Parker de Armanza, con su hijo Julio César y Walter González compañero de la esposa de Carlos Julio, en FACSO.
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