LA TARDE DEL TERROR EN TC TELEVISIÓN
El
periodista José Luis Calderón, obligado a pedir públicamente el retiro
de la Policía que, finalmente, rescató a los rehenes del canal 10 de Tv.
La Patria boba
La tarde del terror…
Por ANTONIO MOLINA
• Con seguridad, los políticos promotores del violentismo se rasgarán las vestiduras para convertirse en defensores de la paz y el derecho, tras 16 años de pretender institucionalizar un narco Estado en Ecuador.
Bajé del cerrito donde vivo y busqué en un bazar unos pasadores comunes y corrientes, su propietaria me atendió aún en shock, contándome que a pocos metros más de su establecimiento dos personas habían sido asesinadas al salir del gimnasio Taurus. Su acompañante le sugirió que beba agua y se calme. Estaba presa de terror porque había escuchado los disparos de los sicarios y luego visto los cuerpos inertes, saliendo hilillos de sangre de sus anónimas cabezas.
A 10 metros del bazar, dejé en la lavandería mi ropa sucia que traje de la playa y las tres mujeres que atendían estaban pegadas a un televisor que mostraba a un grupo armado que “transmitía” en vivo la ocupación de TC televisión (Canal 10) agrediendo a periodistas y personal administrativo. Las tres juntaban sus manos y oraban en voz baja mientras veían a uno de los terroristas ponerle un taco de dinamita en el bolsillo del traje del periodista José Luis Calderón.
Las tres, como que estaban “en trance”, obnubiladas por lo que veían… También me contaminé de lo que producían esas imágenes, sin atinar a decir que eran mis amigos, compañeros periodistas que clamaban de rodillas al presidente de la República, que ordene el retiro de los policía para salvar sus vidas.
La horda irracional había logrado lo que querían: aterrorizar a los empleados del Canal y los televidentes que a esa hora estaban “enganchados” con el noticiero de las 13 horas y a todo el país que conociera de la jornada. También me quedé “pegado” al televisor hasta que la Policía sometió a los terroristas de modo limpio. Fui a comprar “algo” para la noche y ahí me enteré de lo peor: comenzaron asaltos y saqueos en tiendas y domicilios; la gente abandonó sus lugares de trabajo para regresar a casa y con ello vino el caos en calles de la ciudad y vías de acceso a las ciudadelas de la periferia. El terror se extendía no sólo en Guayaquil sino al resto del país. Al caer la tarde el comercio cerró sus puertas y con la caída del sol vino la noche y el toque de queda.
El terror había ganado la batalla, por sobre los decretos del presidente Noboa. Los terroristas ganaron el primer round a costa de los periodistas de TC que pusieron sus vidas en riesgo, más allá de los periodistas inmorales que se nutren de las mafias para convertirse en usufructuarios del terrorismo, quienes “gozan” de las fuentes de información de los patrones del mal. Sin embargo, poca gente entiende los alcances del terror y de lo que son capaces los iniciados en el “terrorismo”, jóvenes alienados y alienantes, y la ONU generalmente acepta la siguiente: “Actos delictivos concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la población en general, en un grupo de personas o en determinadas personas que son injustificables en todas las circunstancias, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra índole que se hagan valer para justificarlos”.
Con o sin definición, la acción terrorista en TC TV nos arrastró a la causa del terrorismo que nos paraliza y domina, pero no nos puede eliminar la capacidad racional de seres humanos, de ser solidarios, por sobre todas las cosas. No he leído ningún pronunciamiento gremial, hasta este momento, por lo que desde aquí – mi tribuna no comprometida - quiero retribuirles mi afecto solidario, personal de periodista, a los colegas que vivieron esa jornada de terror y a sus familiares tan pendientes del desenlace, como lo estuvo el país entero… Así es el trabajo – muchas veces incomprendido – de los verdaderos reporteros, sin los cuales no existiría el periodismo.
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