LO QUE LE SUCEDE A LOS JUBILADOS DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

 



A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA Y AL PAÍS:
 
SOY RESILIENTE
 
Soy un psicólogo y profesor jubilado de 83 años que se enfrenta a una situación difícil tanto física como económica. El 18 de febrero de 2010, fui víctima de dos malas prácticas médicas en un hospital de nuestra ciudad. Sin mi consentimiento, fui utilizado en una clase práctica de cirugía urológica por médicos sin escrúpulos. 
 
Originalmente, fui convocado al quirófano para una cistoscopia, pero me administraron anestesia raquídea sin previo aviso. Pocos minutos después, sentí adormecimiento desde la cintura hasta los pies y, en ese momento, presencié cómo un gran número de estudiantes invadía el quirófano. Indignado, llamé al director médico para reclamar su falta de profesionalismo. 
 
Lamentablemente, en lugar de aceptar mi reclamo, ordenó que me administraran anestesia general.
Aún bajo los efectos anestésicos, pude observar y tocar coágulos de sangre que se extendían desde mis partes bajas hasta los pies. A pesar de ser un paciente ambulatorio, me colocaron en una pequeña habitación junto a otros enfermos, donde se me informó que habían perforado mi vejiga. Esta situación resultó en hemorragia externa e interna, formándose un doloroso globo vesical. 
 
Solicité ser llevado nuevamente al quirófano, pero un médico me informó que solo podían realizar una talla vesical, a lo cual no me opuse. Fui sometido a una nueva intervención quirúrgica con anestesia general, donde abrieron mi vientre. Sin embargo, debido a una nueva hemorragia y la falta de conocimiento para concluir la cirugía, me enviaron de regreso a la habitación.
 
Después de 38 horas de las malas prácticas médicas y ante mi sufrimiento y la desesperación de mis familiares, fui trasladado a la Clínica Kennedy Policentro, donde un grupo de expertos en cirugía urológica me salvaron la vida. Según el informe de la intervención quirúrgica, se realizó una laparotomía exploratoria y se encontró una perforación de la cúpula vesical con presencia de orina en la cavidad peritoneal. La situación se remedió al colocar drenes por contrabertura. Como consecuencia de estas malas prácticas médicas, he sido sometido a tres cirugías de uretrotomía interna, fistula uretral, extracción de una prótesis y otra talla vesical, por medio de la cual tengo insertado en el interior de mi organismo un cuerpo extraño (sonda con balón) que me provoca múltiples infecciones. Además, he quedado sordo como daño colateral debido a infecciones de las vías urinarias. He sido sometido a más de 2000 auto cateterismos. Por más de 13 años, 3 meses y días utilizo 3 o 4 pañales por día a un costo de $1 cada uno, que suman más de $20.000. Por infección generalizada estuve internado en Solca, en Terapia Intensiva, en dos ocasiones.
 
Desde hace 3años dependo de una silla de ruedas para movilizarme. En 2022, fui diagnosticado con un segundo cáncer, esta vez en la ampolla de Váter, y hasta la fecha he completado 14 de las 18 quimioterapias programadas. Asimismo, debido a una anemia severa, he requerido tres transfusiones de sangre. Como si esto fuera poco, la Universidad de Guayaquil se ha negado a pagarme 62 meses de mi jubilación complementaria. Han pasado más de 5830 días desde que ocurrieron estas malas prácticas médicas. Afortunadamente, demandé a los responsables de mis padecimientos y ganamos el juicio con el número de caso 09801-2010-0468. Actualmente, se encuentra en análisis en un juzgado de Casación en Quito. Sin embargo, me siento impotente ante tanta desidia y falta de atención a mi situación.

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