UN CANJE INFAMANTE.../ EDITORIAL DE ANTONIO MOLINA CASTRO
• A propósito de ponerse de moda en la Asamblea Nacional el término “CRIMEN DE ESTADO” por el asesinato de la joven abogada María Belén Bernal, vale recordar que Galo Lara legislador opositor del Gobierno de Correa fue perseguido por odio, acusado de una atrocidad criminal forjada, extraditado desde Panamá en condiciones infamante y finalmente declarado inocente por la Justicia. Prohibido olvidarnos de esta aleccionadora historia.
Después de guardar 8 años de prisión por un crimen que no cometió, de desarraigarla de sus hijos recién nacidos y de asesinarle a otro que tenía en su vientre, la señora Carolina Llanos recuperó su libertad tras ser declarada inocente. ¿Qué delito cometió ella?... Ninguno, absolutamente ninguno. Sin embargo, ocho años de su aun corta existencia pasó entre rejas… ¿Quién debe pagar por los ocho años de vida que le han robado?
El presidente Rafael Correa, su ministro de Gobierno José Serrano y el fiscal Galo Chiriboga (tío del mandatario), fraguaron pruebas, cambiaron partes policiales y textos procesales, contrataron y pagaron testigos, liberaron a un criminal confeso de la banda de los “Cedeño” para acusar a los Lara a quienes les “montaron” el truculento triple crimen de Quinsaloma, por ser la compañera sentimental de Galo Lara Yépez, legislador opositor frontal al régimen de la Revolución Ciudadana. Fue una verdadera infamia.
Ese presidente—que hoy pretende volver-- con evidencias de padecer alguna patología demencial, porque no pudo controlar su odio contra Lara a quien siempre quiso verlo preso, acabarlo como político y como ser humano. Como dueño de la justicia del país dispuso la captura del legislador. Éste huye por
tierra hacia Colombia, llega a Capurganá, región del Chocó. Cruza en panga a Puerto Obaldía, en territorio panameño, y como turista llega a Ciudad de Panamá donde pide asilo político.
tierra hacia Colombia, llega a Capurganá, región del Chocó. Cruza en panga a Puerto Obaldía, en territorio panameño, y como turista llega a Ciudad de Panamá donde pide asilo político.
El tirano envía a medio gobierno para evitar la concesión del asilo, pero no lo logra. Lara se le había escabullido, lo habían alertado de un fallo de la justicia injusta. Sus agentes fueron a vivir a Panamá para tenerlo vigilado. Esa obsesión presidencial patológica, obviamente, le cuesta millones de dólares al Estado ecuatoriano y así lo confirman los documentos desclasificados de la SENAIN, organismo de inteligencia del Estado que fue convertida en la Gestapo criolla, propia, que tuvo Correa para perseguir a sus desafectos políticos. Pero, su odio que es visceral va más allá y crea una crisis diplomática entre Panamá y Ecuador con la finalidad de someter al legislador Galo Lara Yépez.
El 13 de octubre del 2013 la Armada detuvo al pesquero panameño “Doria”, supuestamente pescando en aguas jurisdiccionales. Al revisar la embarcación no encuentran peces sino 799 kilos de cocaína que sus 5 tripulantes habían embalado y camuflado. Nave, droga y tripulantes son llevados a Puerto López y la juez de Jipijapa Gina Zambrano inicia el proceso penal: confirma la prisión de los 5 panameños, y la incautación de la droga y el barco.
Panamá exige que tripulación, barco y droga sean devueltos por tener jurisdicción sobre ellos. La juez dispone –el 4 de noviembre-- la devolución, de acuerdo a lo estipulado por la CONVEMAR, pero Chiriboga se opone a la decisión judicial porque es la mejor oportunidad para canjear a Lara por el barco. La crisis se precipita: Panamá retira a su embajador José Noriel Acosta en Quito y el canciller Fernando Núñez Fábrega denuncia que Ecuador exige la extradición de Lara por la devolución del pesquero. Correa se enoja y dice que “Ecuador no es un país chantajista”, aunque efectivamente estaba chantajeando a Panamá. Lara lo tenía loco, era el punto de su obsesión.
Hay cambio presidencial en Panamá. Martinelli deja el poder y asume Juan Carlos Varela. El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño Aroca, se frota las manos porque Francisco Álvarez de Soto es su amigo y nuevo canciller panameño, quien dispone que retorne a Quito el embajador retirado, y, en tres meses más fue huésped del Gobierno nacional. Los tres, Álvarez de Soto, Patiño y Correa paseaban en bicicleta bajo el sol de Quito y pactaban el infamante e inhumano canje de Galo Lara por un barco de narcotraficantes.
Panamá revocó el asilo de Lara y el 14 de noviembre fue devuelto al país en un avión de la Policía. Fue vestido de amarillo, color de los reos; esposado y, además, amarrado de pies y manos, como el peor criminal del país, mostrado como trofeo de guerra por una cadena nacional de radio y televisión. El periodista servil de esa tiranía, Douglas Arguello, trasmitió el final del infame canje, el retorno de Lara preso, como si fuera la final de un mundial de fútbol, como para satisfacer todas las recónditas frustraciones del tirano. En Carondelet Correa, sus ministros Ricardo Patiño, Pepe Serrano, Galo Chiriboga y los hermanos Alvarado seguían la transmisión de Arguello entre carcajadas, vinos y tostitos, por el éxito de la “Operación Independencia” que le costó al país más de 7 millones de dólares, completando suficientes insumos hasta para que el más imbécil de los borregos que aplauden al líder en las redes se jacte de la existencia de verdades y justicia, al típico estilo de la Revolución Ciudadana. Este es un caso de lesa humanidad que debería conocer la Corte Internacional Criminal de La Haya.
(ANTONIO MOLINA).
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