PERIODISTAS POLÍTICOS / EDITORIAL DE ANTONIO MOLINA CASTRO A PROPÓSITO DE LOS LABERINTOS DE FERNANDO VILLAVICENCIO Y LAS ELECCIONES EN CPG
La Patria boba
Periodistas políticos
Por ANTONIO MOLINA
• A propósito de los laberintos de Fernando Villavicencio y el retorno de la democracia al CPG
Cómo separar el ser humano político del hombre que practica el periodismo, con la singular pasión por descubrir y exponer la verdad por sobre todo, actitud que termina convirtiéndose en un principio profesional que marca y moldea la vida misma del periodista. El hombre, por su naturaleza, es un animal político, es un “zoom politikón”, decía Aristóteles en la antigua Grecia.
No hay definición que le calce al periodista en el ejercicio de su tarea – maravillosa e incomprendida—lo que vuelve más difícil aún exponerla porque, estando consciente de que es el más bello oficio del mundo, sabemos que podemos convertirlo en una forma ruin y miserable de ganarse la vida, a golpe de exacciones, tarrinas y pautas.
Orientémonos con lo planteado por algunos referentes: Para García Márquez “es alguien que tiene el poder y las armas para cambiar algo todos los días” y para Arthur Brisbane “es el que sabe ver las cosas con claridad y describirlas con sencillez”; o un “intérprete y testigo”, según Bernard Voyenne; porque como cree Walter Cronkit ,“no solo conoce al público, él es el público, siente en sí mismo lo que siente el público”, sino que, además, “debe ser un apasionado de la realidad”, como lo señala Jacobo Timerman. Entonces, ¿qué maneja el periodista en su diaria actividad?... Verdades y mentiras, realidades y ficciones, esperanzas y frustraciones, incapacidades de tontos y sabidurías de falsos iluminados y en medio de este bosque tenebrosos de paradigmas tiene la necesidad de ser “independiente y sabio, conocedor de los demás y de sí mismo, además de instruido y sabio”, como recomendaba el cubano José Martí.
Ser periodista NO solo es borronear cuartillas para la prensa, la radio o la TV, porque el periodismo es un sentimiento que cala muy profundo, porque nadie que no lo haya vivido en una Redacción cualquiera, puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso a causa de la mentira o la difamación. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir --solo para eso--, podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no se vuelva a empezar con más ardor que nunca.
Yo me quedo con el bosquejo definitorio de ese maestro contemporáneo del periodismo ecuatoriano, don Adolfo H. Simmonds, quien nos decía en EL TELÉGRAFO, interrogándose a sí mismo, “por qué un Hombre de bien desciende la escala zoológica para dejar de ser hombre y convertirse en periodista” y me apropio de esta frase porque no logro entender por qué el periodista Fernando Villavicencio, sabiendo que la Asamblea Nacional es un albañal, termine siendo parte integrante de esa cloaca maloliente y putrefacta.
Tampoco logro entender a quienes, aun siendo periodistas como yo, me hayan descalificado días atrás (por estar por el cumplimiento del Amparo Constitucional dictado en sentencia) y HOY alegres y sonrientes estén disfrutando de lo que nos brinda la igualdad de derechos y deberes, en el Colegio de Periodistas del Guayas, para que aspiren a ser lo que antes les impedía la oprobiosa conculcación de la democracia, que --a pesar de sus imperfecciones-- es lo mejor entre los existentes regímenes de gobierno.
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