DE VELASCO IBARRA A CORREA.../ EDITORIAL DE ANTONIO MOLINA CASTRO

 

 

 

 

Los periodistas Maldonado, de El Comercio, y Molina de El Telégrafo; el presidente Velasco Ibarra y al fondo los fotógrafos Carchi, Arévalo y Parra.

La Patria boba

De Velasco Ibarra a Correa…

Por ANTONIO MOLINA

 

     No es de asombrarse que Rafael Correa (gobernante entre el 2007-2017), como figura política, tenga aún seguidores cuando apenas son cinco años de estar separado del poder de la República, puesto que avanza a la madurez una generación que surgió a inicios del siglo cuando RC fue elegido Presidente y crece, actualmente, otra generación, la que nació durante su mandato estelar (populista y demagógico), y no ha conocido a otro político de esa talla; sin embargo, aún hoy, en agosto del 2022, la generación de los años 60 y la de otros años más atrás, recuerda a José María Velasco Ibarra, el último caudillo del Siglo pasado (durante 40 años influenció en la vida nacional ), quien dejó el poder y la actividad política en 1972 y murió a los 86 años en 1979. Ambos, Rafael Correa Delgado y José María Velasco Ibarra –parecen iguales, pero difieren mucho-- fueron esclavos del tiempo y de las circunstancias que les tocó vivir.

     RC fue tres veces elegido presidente de la República, gracias a una reforma de la Asamblea Constituyente aunque él pretendía la reelección indefinida; VI, en cambio, fue elegido 5 veces Presidente, aunque él mismo se encargaba de romper el orden constitucional declarándose dictador por lo que, solamente, un período logró terminarlo, entre 1952 y 1956.

     Los calificativos esgrimidos contra ellos son similares, tales como populista, antidemocrático, demagogo, odiador, conflictivo, incoherente, vehemente irracional, insultador, destructor de la Partidocracia para beneficio propio, aunque hay insalvables diferencias entre uno otro, en la formación y en el ejercicio político. Renegaron los dos de los partidos políticos, pero se nutrían de su militancia.

     Manejaron con arte a las masas, “revolucionaria” para el uno, “chusma” para el otro y en ese empeño demagógico y atrabiliario, el uno fue “payaso” y el otro “loco”, quienes reclamaban una sabatina para gobernar y un balcón para ser Presidente. Aún hoy no hay una explicación científica del fenómeno político que abrazan ambos.

     Tuvieron las herramientas para alzarse con el poder. RC exigía diezmos a la militancia y coimas a los contratistas de obras públicas (Odebrecht, por ejemplo), además de aportaciones de grupos narco-guerrilleros irregulares y a VI le sobraban las empresas electorales que una vez que anunciaba su candidatura se encargaban de cubrir el costo de las campañas electorales y resarcirse el gasto más tarde con abultados intereses.

     Los dos ascendieron al poder con severa crisis económica. RC recibió al país con una deuda de 10 mil millones de dólares, tuvo la fortuna de la estampida del precio del petróleo que le generó una bonanza de 360.000 millones de dólares y sin embargo a vuelta de 10 años dejó endeudado al país en 74 mil millones de dólares. En cambio, VI gobernó en la crisis económica (1934-1935), en la post- crisis territorial (1944-1947), a comienzos del «boom» bananero (1952-1956), a comienzos de la revolución castrista (1960-1961), y en la antesala del «boom» petrolero (1968-1972), cuando Rodríguez Lara lo echó del poder y usufructuó de la bonanza.

     Los enemigos de ambos le han dicho que fueron sátrapas, por gobernar despóticamente al país. Pero a RC le han añadido al término sibarita  por ser una persona que gobernó despótica y arbitrariamente en medio del boato, y el deseo de tener apetitos desordenados de placeres deshonestos; en cambio VI, fue tildado de asceta, practicante de la doctrina filosófica-religiosa que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales o abstinencia, aunque le decían “asceta del mal”. No tuvo hijos en sus dos matrimonios.

     Los dos rechazaban la crítica que generalmente hace la prensa a los hombres públicos. RC insultaba y descalificaba a los periodistas, los denigraba, rompía ejemplares de los diarios e iniciaba procesos penales en su contra y exigía pago de indemnizaciones millonarias por los supuestos daños irrogados. VI, por su lado, los apabullaba con sus réplicas incendiarias y alguna que otra paliza como la que le dieron a Juan sin Cielo. Pese a sus posturas, Velasco Ibarra mantenía una columna periodística en diario El Comercio con el pseudónimo LABRIOLE y Correa fungía de periodista, sin serlo, en un Canal de la TV (Rusia Today), del dictador Putin.

     RC asegura ser “izquierdista”, “progresista”, socialista del Siglo XXI, que llegó a la presidencia con el apoyo indígena, pero una vez en el poder rompió con ellos, los apostrofó y hasta les quito su sede, dada en comodato por el Estado; mientras que del mismo modo, VI se unió al Partido Comunista, a los socialistas y otros movimientos de la tendencia por razones electorales, pero ya en Carondelet prescindía de ellos, como ocurrió con ADE, que organizo y ejecutó la Revolución del 28 de mayo de 1944,y lo trajo de Colombia a Carondelet. Un año más tarde los abandonó.

     Asesinatos, secuestros y violación a los derechos fundamentales se han dado en los gobiernos de RC y de VI, en el primero más, en el segundo menos; pero para cuantificarlos, necesariamente, debe considerarse el tiempo que estuvieron en la Presidencia de la República. Ambos utilizaron sesgadamente al Poder Judicial y los muertos misteriosamente aparecían en calles y plaza o en “La Chocolatera” de Salinas. La historia nos dirá, un día NO muy lejano, la verdadera dimensión de lo siniestro que fueron sus mandatos.

     ¿Fueron estadistas los dos? Es muy temprano para una afirmación  categórica que debe darla la historia, porque esta es una apretada síntesis periodística, no un estudio sociológico, apenas un parangón, buscando el perfil del estadista, de esa persona con gran saber en los asuntos de Estado, sobre todo insobornable, que haga gala de la sutileza para enfrentar crisis, que no sea paniaguado, sino más bien enérgico sin ser energúmeno ni terco y, por sobre todas las cosas, un hombre honrado que maneje a la sociedad con pulcritud y dignidad.

 

     Parece un sueño, pero creo que en alguna parte de esta Republiqueta de papel está cuajándose este ser extraordinario que refundará el Ecuador y su destino, que necesitamos con urgencia que aparezca.

 


 

 

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