JAMÁS DEJARÁN DE SER DELINCUENTES.../ EDITORIAL DE ANTONIO MOLINA
El ecuatoriano insatisfecho, en las calles, confronta al Estado fallido.
-
La Patria boba
Jamás dejarán de ser delincuentes…
Por ANTONIO MOLINA
· El país está tomado por la amoralidad y un proceso de descomposición total en marcha amenaza la estabilidad y continuidad del Estado moderno que garantice la democracia.
¿Somos un Estado fallido?... ¡Definitivamente, NO!
Aún Ecuador no es un Estado fallido, pero existen muchos sectores que están fomentando este propósito; unos embozadamente, otros de forma abierta e irresponsable, especialmente conductores sociales y políticos que no ven al futuro más allá de sus narices. Resisten a los regímenes constituidos. Asumen posturas que amenazan la existencia misma de Estado minando toda posibilidad de ejercer en forma continua el poder político legítimo mediante la obediencia cívica del pueblo, regulada por la Constitución y leyes de la república.
Si bien “Estado fallido” es una concepción geopolítica nacida en los años 90 al calor de las “ideas” globalizadoras de las potencias mundiales, con marcado tinte imperialista, no es menos cierto que engloban realidades de las que no podemos abstraernos. Esa visión del primer mundo considera que la configuración y persistencia de un Estado fallido “no sólo implica una deficiencia de sus funciones de proveer bienestar a su población”, sino que, a la vez, representa un riesgo de amenaza para la seguridad internacional.
Está claro, según esta concepción, que uno de los factores principales para que se genere la falla estatal es la ineficacia en atender las demandas ciudadanas básicas, que a la vez es el principal factor para que se produzca la falla estatal fundamental, la ingobernabilidad, entendida como un concepto político que consiste en la capacidad de los gobiernos de contar, simultáneamente, con legitimidad y eficacia, condiciones esenciales para garantizar la existencia del Estado como tal.
Lo que actualmente aparece como hechos aislados, tales como las sentencias condenatorias en firme contra ex mandatarios, ministros y altos funcionarios públicos; contrataciones fraudulentas de obras y servicios públicos; redes de tráfico de influencias en todos los poderes del Estado; las protestas ciudadanas negociadas con los gremios; crisis carcelario, inseguridad ciudadana total; trampas electorales; incredulidad ciudadana en instituciones como las FF.AA. que se acercan a la delincuencia internacional; amoralidad legislativa en todas sus formas; Poder Judicial desprestigiado por jueces de bolsillos y fiscales corruptos; despilfarro de fondos estatales; deuda externa criminal pignorada con producción petrolera; prensa comprometida con la pauta oficialista; trollers inmorales, cínicos y sin vergüenza alguna, junto a una ciudadanía entontecida, aletargada, desorientada, atemorizada y sin esperanzas, son manifestaciones muy claras de que el país está tomado por la amoralidad y que está en marcha un proceso de descomposición total que amenaza a la estabilidad y continuidad del Estado moderno que garantice la democracia.
En este terreno, abonado para lo imprevisible, podrán integrarse las llamadas Comisiones de la Verdad que quieran los delincuentes (sentenciados, apresados, prófugos o extraditables) para que ellos puedan volver al país que destrozaron, sin necesidad de Hábeas Corpus, pero jamás ante los ojos del mundo y de los nuestros dejarán de ser delincuentes.
Comentarios
Publicar un comentario