DE PENDEJOS Y CORRUPTOS.../EDITORIAL DE ANTONIO MOLINA CASTRO
Portada del libro escrito por el periodista guayaquileño Antonio Molina Castro.
La Patria boba
De pendejos y corruptos …
Por ANTONIO MOLINA
<<Hijo, deje de ser pendejo y acépteme mi verdad… a este país no lo cambia nadie>>… La frase es de mi padre, ENRIQUE MOLINA ORTEGA, quien me la dijo en el lecho del dolor, pocos días antes de fallecer –murió el 2 de agosto de 1999-- en casa de mi hermana al sur de Guayaquil y después de leer “Los jinetes de la Narcocracia”, libro de mi autoría, que Grafimsa puso en circulación el 15 de junio de ese año, en el que expusimos que la principal fuente de la corrupción en el país era el tráfico internacional de drogas en una conexión siniestra entre los Carteles, la Banca y los Políticos.
Mi padre tuvo razón y yo añado (con una interrogación ¿Cómo Ecuador NO puede ser corrupto?) que el país nació así, al punto que tuvo que escoger a un venezolano como su primer presidente si sobraban los gestores y héroes de la Independencia. Eugenio Espejo ya nos habla de la corrupción en la Colonia, lo que corrobora Javier Gomezjurado Zeballos en su “Historia de la corrupción en el Ecuador”.
Todas las formas de robo del dinero público se han dado en este país a lo largo de su historia. Los bancos emitían su “propio” dinero y le prestaban esos papeles, sin o con escaso valor, al propio Estado para pagar sueldos y hacer obras… Los banqueros imponían intereses de chulco y también ministros de Estado. Fue necesario una revolución – la Juliana—para crear los controles del Estado, los que con el pasar del tiempo fueron diluyéndose en la corrupción que terminó enquistándose en el propio Estado con el membreto de “burocracia”. Su rostro: “sin aceite no anda la máquina” / “deje para las colitas”.
La Internet acabó con el “tramitador” en físico, pero este sigue operando en los contornos del IESS, del Registro de Propiedad, en comisarías e intendencias y en todas las instituciones oficiales que otorgan certificados. Se han olvidado de las licencias de conducir, de los carnets de discapacitados, de cédulas y pasaportes falsos que andan rodando por el país. En Ecuador no existe nada que no pueda falsificarse.
Tuvimos un Banco Central manejado por un falso economista que nos dijo “ya vuelvo, voy al matrimonio de mi hijo y regreso”. Tenemos una Contraloría y a un Defensor del Pueblo que despachan desde los presidios y no sería nada raro que tengan oficinas con secretarias y todo el aparataje burocrático.
Que son 60, 70 o 360 mil millones lo robado al país, ya no le importa a nadie. Las cifras no cuentan si continúa montado el sistema corrupto y corruptor en toda la administración pública, que es manejado por políticos ladrones. ¿Cómo no ser corrupto si existen legisladores que comen empanadas de 6 dólares y toman café de un dispensador coimado?
Los ladrones provienen de todos los lados: de izquierda, de derecha y del centro, defendidos a rajatabla por el sistema de trolls, aunque reciba una migaja, en relación a lo que sus amos levantan.
Si nos asombramos con los escándalos del pasado por la venta de Bandera Nacional, de la Chatarra de las FF.AA. o de las embajadas para los invertidos de Quito y Guayaquil, hoy tenemos los sobornos, los diezmos, los sobreprecios. La corrupción ahora se presenta atávica y a ratos grita ser genética, que recorre nuestra sangre, en un esfuerzo por pretender inútilmente aparecer natural.
Parece ser verdad que los honestos somos una sarta de pendejos, tal como me advirtiera mi padre hace 22 años, porque siendo mayoría continuamos votando por los pillos de siempre. De qué le servirá al presidente de la República plantearle al país unas reformas fundamentales si los corruptos volverán a unirse para permanecer intocables.
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