HISTORIA DE LA CANCIÓN VASIJA DE BARRO

 


El Dr. HC. Hugo Delgado Cepeda, nos dejó la historia

HISTORIA DE LA CANCIÓN VASIJA DE BARRO

Vasija de Barro es uno de los himnos de este país y por ende un símbolo nacional. Esta es su historia y la canción original: texto extraído del libro "Gonzalo Benítez: tras una cortina de años", explicaba el historiador y tradicionista guayaquileño Dr.H.C. Hugo Delgado Cepeda, fallecido a los 98 años de edad.

Gonzalo Benítez, cuenta en el libro, que se encontró en la calle Guayaquil con Oswaldo Guayasamín y los invitó, pues, a una reunión en su casa para el viernes siete de noviembre de 1950 a las siete de la noche; “pero recién podíamos ir después de la Radio a las nueve y media. “A la hora que quieras”, le dijo, “y por favor invítale al Valencia”.

Manifestaba el periodista jubilado Delgado Cepeda, que ellos fueron donde el Oswaldo, “pero no tenía la casa de ahora, sino que vivía donde el papá, al frente de la Basílica”. Llegaron como a las diez y media y “les encontramos ya medios avanzados. Fuimos con una guitarrita mía que después rompió el Valencia en una reyerta. No ve que le prestaba mi guitarra para sus serenatas; así, que él se había defendido con la guitarra y me entregó el mango no más...”

Explicaba que en la fiesta había unos 80 invitados entre poetas, pintores y alumnos de la Escuela de Bellas Artes de La Alameda. “Ahí nos pidieron que cantemos y después del canto ya se hicieron grupos, así es que me fui a donde tomaban menos y el Valencia se fue a donde estaban dándole duro”.

Benítez manifestaba, “Ahí le veo al Jorge Carrera Andrade que estaba ilusionado con un cuadro del Oswaldo llamado El Origen”. Continúa diciendo que “el cuadro estaba todavía fresco y hasta me manché los dedos. En la pintura había una vasija de barro y, dentro de esta, unos esqueletos pequeños, de niños. El Oswaldo explicó que los Incas enterraban a sus familiares dentro de la vasija junto con alimentos. Se impresiona el Jorge Carrera y le vemos que se va a la biblioteca, coge un libro y en la contratapa escribe una estrofa”:

Yo quiero que a mí me entierren

como a mis antepasados

en el vientre oscuro y fresco

de una vasija de barro.

Nos impresionó a nosotros también... Cuando en eso coge el libro el poeta Hugo Alemán y debajo escribe otra estrofa:

Cuando la vida se pierda

tras una cortina de años

vivirán a flor de tiempo

amores y desengaños.

Y para susto de todos coge el libro el pintor Jaime Valencia que escribe un cuarteto muy lindo:

Arcilla cocida y dura

alma de verdes collados

barro y sangre de mis hombres

Sol de mis antepasados.

Entonces cogí el libro porque dije a mí me toca poner alguna cosita, cuando en eso me arrancha el Jorge Enrique Adoum y me dice: “Ve vos después cantarás”. Cogió el libro, corrigió cosas y puso la cuarta estrofa:

De ti nací y a ti vuelvo

arcilla, vaso de barro

con mi muerte yazgo en ti

de tu polvo apasionado. 

 


                                                                    DÚO BENITES Y VALENCIA

Terminado eso, dice el artista Gonzalo Benítez, “se dieron las vueltas, nadie sabía quién iba a poner música, qué se iba a hacer con la letra. Serían las doce y media. Cuando le veo al Jorge Carrera Andrade que se acerca donde mí con el libro”. Entonces me dice: “Vea Gonzalo, esto con música tiene que ser una belleza”. Pensé y le dije: “Bueno”, así es que cogí la guitarra.

¿Y ahora qué hacía?, relata, “El Potolo estaba dándole al chupe y era muy difícil concentrarse con la bulla de la gente, pero como ya le acepté, bajé unas gradas con luz que había al fondo, agarrado la guitarra y el libro. Me demoré cerca de una hora y, cuando ya estuvo, regresé y encontré a mi compañero Valencia medio dormido en un sillón”.

Total que le levanto y le digo: “Primero oíme cantar”. No le gustó y me dice: “Pero vos le has puesto un ritmo cadencioso“. Le digo: “No, porque la música tiene que estar de acuerdo al sentido de la letra”. “No, me dice, ponéle ritmo de albazo”. Le dije que no, porque el ritmo de danzante es telúrico. No acepto que le cambies.

“Ensayamos para hacer el dúo y cuando cantamos la gente se emocionó tanto que se han pasado cantando hasta las seis de la mañana. Yo me salí como a las dos, porque como no chupaba... Ahí nació la Vasija de barro, que ahora es cantada en todo el mundo. Yo mismo no creía”, aseguraba.

Para que quede como documento, les pidió a los que escribieron que firmen y él también dibujó un pentagrama y escribió los primeros compases. Entonces le dijo a Valencia que firme también, como él estaba cantando...Y así quedó.

Añade que incorporaron la canción al repertorio de las audiciones y seis años después, todavía nadie quería grabar esa pieza, ¿qué tal?

Así que fue donde Gustavo Müller de Discos Nacional a decirle: “Tengo una canción muy bonita”, y le canté la Vasija de barro. No me dio ni la hora. No llegué ni a la segunda parte porque me dio coraje. “No, no”, me dice, “eso no es comercial, eso no se va a vender”. ¡Qué cosa más equivocada en que estaba! Hasta que ya no le quise ni oír y me salí. Pero me dije: “A este tengo que ganarle”.

SUS AUTORES

Gonzalo Benítez nació en Otavalo en 1915, murió en 2005; Luis Alberto Valencia nació en Quito en 1918 y murió en 1970.

Los antecedentes del Dúo Benítez Valencia giran en torno a tres circunstancias relacionadas entre sí: la primera de ellas es que Gonzalo Benítez y Luis A. Valencia eran normalistas en el Colegio Juan Montalvo, en donde se conocieron y en alguna ocasión cantaron juntos en una programación estudiantil en los años 30.

La segunda situación es la conformación del grupo Alma Nativa cuya dirección estaba a cargo el músico otavaleño Guillermo Garzón Ubidia y sus integrantes eran Corsino Durán, Marco Tulio Hidrobo, Bolívar Ortiz, Carlos Carrillo y Gonzalo Veintimilla, quienes –exceptuando el primero de los mencionados que era violinista- después se convertirían en Los Nativos Andinos, un cuarteto de guitarras excepcional. Gonzalo Benítez se sumó como cantante a esta agrupación en la cual hacía dúo con Bolívar “El Pollo” Ortiz, así se grabaron algunos discos de pizarra. Poco, después Ortiz decidió dedicarse con mayor ahínco a la guitarra y fue entonces que sugirió a Benítez que buscara a Luis A. Valencia.

El tercer factor que finalmente contribuyó en la constitución de este magnífico dúo es el desarrollo alcanzado por los medios de comunicación radiales, en donde confluye Radio Quito, empresa que se funda precisamente en 1940, y que invita a ser parte de la planta artística de la Radio a varios músicos, ente ellos a Los Nativos Andinos y al Dúo Benítez Valencia; esto permitió hablar de una actividad profesional en la música popular. El programa que presentaba la música ecuatoriana en audiciones en vivo era “Canciones del alma”, que el público seguía con gran expectativa.

CARRERA ARTÍSTICA

Así es como empieza una carrera artística de más de treinta años de uno de los más grandes dúos vocales masculinos de la música popular del siglo XX. A la voz de Benítez, más aguda, de tenor, con una gran extensión, se sumaba la de Valencia un tanto más grave, de barítono, y con un timbre excepcional. Manejaban increíblemente la afinación, potencia y elemento expresivos de la música: crescendos y diminuendos excelentes, o sea cuando escuchamos que la voz sube de volumen o baja gradualmente o súbitamente, de acuerdo a la necesidad expresiva de la canción, lo cual permitía saber exactamente dónde estaba el clímax de la pieza musical.

“Así termina la historia de la canción Vasija de Barro y sus autores, escrita en una reunión de amigos en la casa del pintor más grande de la nación Oswaldo Guayasamín”, terminaba diciendo el Maestro.

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