ENTRE DESMANTELAR Y RESTITUIR ARTÍCULO DE ANTONIO MOLINA CASTRO

 


La Patria boba

Entre desmantelar y restituir

Por ANTONIO MOLINA

A los periodistas nos nutre los hechos y a los historiadores también, porque a partir de ellos pueden estructurarse las verdades; pero, a los sociólogos les importa algo más, los paralelismos que nos facilitan una visión social a fin de establecer lo que quieren ocultarnos o desdibujar quienes fomentan la contra verdad, que en estos tiempos cibernéticos suelen denominar como <<sub verdad>> que no es más que una supuesta verdad, que está allí, subyacente, que llama a la reflexión, que puede ser dinámica y agresiva, pero que no es la verdad verdadera, --si así se pudiera decir--, resultante de los hechos.

Locación: Versalles, Francia, a pocos kilómetros de París. El rey Luis XVI y su esposa María Antonieta, despertaban ante un sol radiante que penetraba por los enormes ventanales de sus aposentos ese domingo 12 de julio de 1789. Ambos aún no entendían el silencio popular que había seguido a su decisión de separar a su ministro de Finanza Jacques Necker por permitirse por su propia cuenta tomar medidas que abarataban el costo del pan, en beneficio de los pobres y mendigos.

Necker, noble y adinerado encargado de las finanzas del reino, no estaba interesado en sus funciones políticas, pero había tomado una decisión noble y humana en aquellos años en que la Ilustración empezaba a cambiar el pensamiento europeo. En cambio, el tozudo Luis XVI y la frívola María Antonieta les interesaba más cómo aplacar el chuchaque que la hambruna colectiva. Tampoco estaban percatado que la destitución de Necker había desatado la furia de los hambrientos franceses.

Ese domingo 12 de julio los parisinos asaltaron el <<Hotel de los Inválidos>>, una especie de hospital militar para ex combatientes, de donde se llevaron un lote de mosquetes sin municiones. Alguien de los alzados dijo que él sabía dónde estaban los depósitos de pólvora y otro arengó a la muchedumbre desarmada y hambrienta: ¡A la ¡Bastilla, que allá está la pólvora!... Efectivamente, la Bastilla era una antigua fortaleza que servía como prisión, centro de torturas y depósito de armas, que fue defendida por horas del asedio popular hasta que su gobernador Aunay dio la orden de abrir las puertas al populacho que lo tomó preso y arrastró por las calles hasta que gritó: Déjenme morir… y lo dejaron morir, decapitándolo y enarbolando su cabeza enzarzada a una pica. Esa tarde del 14 de julio de 1789, en el momento que moría Aunay, nacía la Revolución Francesa, que cambiaría el mundo, desde aquellos tiempos hasta el presente.

Al día siguiente, en Versalles, Luis XVI, más desentendido que preocupado, preguntó a uno de sus ministros qué algazara había ocurrido y le contestó que no era ningún tumulto sino una revolución. En cambio, en París estaban reunidos los Estados Generales, una especie de supra asamblea legislativa que nunca se reunía aunque estaba contenida en la norma, cuyos legisladores mostraron una indiferencia complaciente, porque aceptaban tales hechos porque estaban de acuerdo y coincidían en la línea de DESMANTELAR el régimen monárquico francés.

Con las obvias diferencias de tiempo y circunstancias, aquí viene el parangón: los hechos violentos se registraron en Quito, Ecuador, en octubre del 2019 como parte de la protesta social; fueron incendiados edificios públicos como la Contraloría y privados como Teleamazonas, en busca de documentos liberadores de corruptelas; fueron secuestrados, policías, soldados y periodistas; hubo saqueos a comercios y otros pillajes lejos del centro de la protesta; cerraron pozos petroleros y ductos de agua para abastecer ciudades y hasta se buscó armas en la Balbina y al año de esos sucesos de caos y anarquía una Asamblea Nacional desprestigiada por inmoral los avala adoptando una indiferencia complaciente –como la parisina de 1789— pero no para desmantelar oprobios sino para RESTITUIRLOS, para que la república vuelva a   los tiempos de la tiranía correísta, que fatalmente consumieron diez años de nuestra vida democrática.

La clave del paralelismo está en estas dos palabras: desmantelar y restituir. ¿Pueden apreciar esta lección que nos da la historia?... por eso es que es tan cierto que quien la desconoce corre el riesgo de repetir esos errores.

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