ROSA ELENA ALVARADO DÍAZ DESCANSA EN PAZ EN SU NATAL YAGUACHI

 

 

                                                    Rosa Elena, celebrando sus 82 años sin saber lo que le deparaba el destino

A los 4 meses 25 días entregaron el cuerpo 

DOÑA ROSA ALVARADO DÍAZ DESCANSA EN PAZ EN SU NATAL YAGUACHI

Después de 4 meses y 25 días de un intenso trajinar por todos lados en busca del cadáver de su madre Rosa Elena Alvarado Díaz, su hija Narcisa Martillo y otros familiares, trasladaron  hoy desde Guayaquil, el ataúd con sus restos mortales, para  sepultarla en el cementerio de Yaguachi.

La infortunada octogenaria fue colocada en el nicho de un pariente, en el camposanto de aquella localidad donde nació.

UNA MUJER LLENA DE ILUSIONES

Doña Rosa Elena, habría cumplido 83 años de edad radiante de alegría y felicidad, el pasado martes, pues vino a este mundo el 18 de agosto de 1937, en aquel cantón guayaquileño.

La joven Rosa Elena llena de ilusiones y progreso para su familia dejó su tierra para radicarse completamente en Guayaquil, donde conoció y se casó con Carlos Vicente Martillo Ramírez, con quien procreó 4  hijos: Betty Leticia, Jorge Washington, Narcisa de Jesús, y Charles Wilmar Martillo Alvarado, de los cuales la primera hija falleció hace dos años y los varones residen en España y Chile.

LA TRAGEDIA

Acudió a mediados del mes de abril al hospital Guasmo Sur del Ministerio de Salud Pública, por una dolencia en el estómago y después de unas horas, quizás por una negligencia médica, la declararon muerta con coronavirus, peste que se agudizó en los meses de marzo y abril,  cobrando miles de víctimas en la urbe. ¡Y lo más cruel, es que perdieron su cuerpo!!!

Fueron más de cuatro meses de llanto, tristeza, dolor, indignación y sufrimiento los que ha soportado la familia Martillo-Alvarado, por la desaparición del cadáver de quien los trajo al mundo.

Buscaron por cementerios, morgues, hospitales, etc. etc. y nadie les daba razón.

Sus hijos reclamaban para darle una cristiana sepultura e ir a visitarla a la  tumba y llorar a su madre fallecida.

Al parecer el Todopoderoso se apiadó de las lágrimas de  quienes amaron a esta noble dama y hoy les da la oportunidad de que descanse a la diestra de Dios en el cielo.

RECUERDOS IMBORRABLES

Solo quedan los recuerdos de cuando Rosa Elena celebró su último cumpleaños junto a su esposo, con quien bailó y disfrutó la presencia de sus hijos, nietos y demás familiares, para quienes en el futuro, ya no podrán celebrar nunca más el Día de la Madre, su santo y el cumpleaños, pues el destino les arrebató lo que más querían y de la  forma más cruel que jamás le debería pasar a ningún ser humano de Ecuador, ni del mundo.

Los responsables de esta negligencia e inhumana actitud de quienes estuvieron a cargo de la recolección de cadáveres en la pandemia, deben pagar con todo el rigor de la Ley.

Reitero mis condolencias a todos sus familiares, especialmente a Jorge Martillo Alvarado, compañero de labores en la ex gloriosa Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Guayaquil y a mi amigo de toda una vida Douglas Alvarado Díaz.

MI ADMIRACIÓN

También quiero expresar mi admiración por la fuerza que tuvo la señora Narcisa Martillo, quien sin desmayar y en todo momento, nunca dudó en recuperar el cadáver de su señora madre.

Hoy culminamos con satisfacción y mucha tristeza esta lucha que ha sido de todos, gracias a Dios por su infinita misericordia, los medios de comunicación que nos apoyaron, personas que se solidarizaron con el dolor de esta familia, en fin, el abrazo sincero a los familiares de quienes perdieron un ser querido en medio de esta peste que azotó al mundo.

Doña Rosa descansa en paz en la tierra que la vio nacer.

 

 

 

 

 

 

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